Comunión; por Lourdes C. Sifontes Greco

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Te presentamos ‘Comunión’, un cuento de Lourdes C. Sifontes Greco

Quien no rompió una cuerda

no conoce la música.

Raúl Gustavo Aguirre

Este es mi cuerpo. Este es mi verbo. ESTE ES MI CUERVO. Esta es la voz que rompo y que me rompe, quebrando las palabras, juego de infancia ver qué tienen dentro, juego que nunca hice más que con este verbo, este cuerpo, este cuervo que acaso still is sitting, que me observa, que yo misma he forjado con la suma del quiebre del cuerpo más el verbo —igual a cuervo, con todo su negror, su nevermore ahitado y tembloroso—, juego que me persigue, juego de templar cuerdas hasta ver dónde el límite del son, juego de hacer saltar la eclosión de la máscara del vástago de histrión de los vocablos. Este cuervo es mi cuerpo y es mi verbo. Este verbo es mi cuerpo, fórmula sacra de la permansión, transubstancia que asalta lo que anuncio denuncio pronuncio me prenuncio y lo que enuncio y digo que renuncio, verbo cuerpo mi cuervo negra estirpe de Erinia, furia o yegua recobrada en la noche, palabra pala que abra, exploración del cuerpo socavado, del verbo rapiñado, del cuervo construido —se destruye se obstruye se instruye y hasta arguye—. Este es mi cuerpo y es mi verbo en sorbo, cuervo torvo que me presiente estorbo, por eso así me turbo, conturbo ya perturbo contraturbo disturbo y anteturbo, retroturbo returbo cuasiturbo de puro y sólo verbo me entreturbo y en juego más y más y más y más —complétese la serie acaso al gusto—, qué más con cuerpo y verbo sino vuelo a lo oscuro que se encienda, cuervo a puerta y acecho y la condena, que no dioses, que no los elegidos, pobres diablos que mezclamos los nombres, que ungimos universos por no poder saber querer lograr hallar pertenecernos, cuervos de mal presagio mal agüero mal viento y mala historia, cuerpos verbos que somos, alas de mundos otros que nos vemos solo por nuestros ojos y los ojos del cómplice, desterrados, deidades mágicas de la exclusión, demiurgos del conjuro recluido sin más sobre sí mismo, pobres omnipotentes que rompemos las cuerdas, que extremamos la música y el nombre, que forzamos las puertas y entramos desde siempre, que alojamos el sueño en lo maldito por mal dito o mal dicho, por decirnos tan fuera de lo que —sin fundar— ya todos dicen, tercos invencioneros, encubridores sí y descubridores, quebradores de nombres nombradores de quiebres, alquimistas fragosos de rituales y ritmos y texturas, que las palabras rotas se ayunten y sean una en los fragmentos, sea así, decir amén y prestarse al albur, que es el conocimiento en la palabra, rompamos, estalle la tensión de verbo que se escinde y se aglutina, palabra rupta irrupta corrupta de interrupta así prorrupta, y hagamos, haced esto, en memoria de nadie, mía, de todos.

(De cómplice y amante. 1993. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 27-8)

Equipo de Redacción

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