«Ciudades» de Dina Grijalva; por Angélica Guzmán Reque

0

Angélica Guzmán Reque analiza en su columna el libro digital de microficción ‘Ciudades’ de Dina Grijalva (Colección Digital de Microficción Iberoamericana, Editora BGR, 2022)

Nos dice Leonard Cohen: “El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males” y tiene razón porque leyendo el libro Mis Ciudades de Dina Grijalva nos damos cuenta que el amor queda profundamente impreso en cualquier de los dones en las que podamos manifestar.

Dina en su amor por los viajes y sus recorridos de añoranza por esos espacios de belleza y nostalgia, va manifestando su gran cadena de palabras y adjetivos que no se detienen ante la belleza de lo observado, donde resalta el color, la luz y el aroma que, efectivamente nos transportan al alma que le imprime vivencia. Así, por ejemplo, se refiere a Salamanca como “Ciudad de sueño, ciudad de sol, ciudad de luz/ En invierno, ciudad blanca: blancor de nieve, blancor de bruma, blancor de muerte” porque esa ciudad, para ella es, tan pronto, vida, como también muerte porque expresa no solo, la gloria y el valor de ella, como: “Ciudad de oro y de nieve: es nostalgia y es vida.”

Dina admira la cultura milenaria de Salamanca, la ciudad luz, por eso imprime su mirada en lo mínimo, así por ejemplo, las piedras, que son con las que se construyeron sus antiguas edificaciones, pero también le entristece que, la invasión de turistas no vean el valor, sino solo la imagen, y, así lo expresa:

“Ayer, al pasear por la plaza -¡magnífica plaza mayor!- yo escuché el dolor de la piedra, yo sentí su gemir centenario. Vuelvo el rostro y ¿qué veo?: cien turistas sonriendo, cien turistas con cámara.”

No solo hay ciudades de gran cultura milenaria, sino aquellas pequeñas que albergan en su seno la desolación y la muerte, la vida de los tiempos modernos que se viven de premura, días aciagos, así lo expresa: “Mi ciudad donde la vida es intensa y la muerte, fácil. Donde abunda el verde derramándose desde su fértil tierra y el rojo de la sangre brotando incesante de sus hijos más jóvenes.” En contraposición está la ciudad que ama y la considera suya: “Eres ciudad admirada y temida como ninguna: aquí se muere de muerte natural: es natural que un cuerpo atravesado por un cúmulo de balas llegue a su fin. Culiacán es tu nombre.” Esta ciudad de ensoñación, se ha convertido en una ciudad de terror, donde se existe, pero no se vive; así lo afirma la escritora: “Aquí nadie sabe cuándo le toca su bala. Lo único seguro es que cada día les toca a más de tres. Nadie podría estar seguro de poder terminar un texto extenso. Por eso he elegido la minificción.”

Sus viajes son interminables, son también páginas de periódicos que los recorre con prisa, aunque encuentra solo dolor y sangre: Buscamos las páginas rojas que sabemos de antemano chorrean sangre. Nos relamemos desde que abrimos el periódico. Los vespertinos son de hecho sólo páginas rojas.”

La ciudad de Culiacán es una ciudad de muerte, de desolación: “Si a pesar de todas las precauciones una bala (o varias) alcanza su cuerpo, piense que en Culiacán esa es muerte natural.

Frente a toda esa desolación de muerte y angustiosa situación de vida, llega a lugares más alegres y coloridos, donde se absorbe el aroma y el color de la naturaleza, es la ciudad de Bazir: “Los árboles florecen a cada instante. Sus flores los muchachos de Bazir las cortan y las acercan a sus labios como en un tenue beso y pareciera que la flor cuyo aroma aspira da al joven un resplandor que ilumina su rostro. En Bazir todos los habitantes oscilan entre la niñez y la primera juventud.

Recuerda la ciudad de Roma, de ingenioso arte y de muros que encierran la sabiduría del ser humano, por espacio de siglos, así lo enmarca: la de Moisés, la de las Ánforas, la del Puente Sixto, la del León egipcio, la del Amorcillo, la del Parque de los Naranjos, la de Cástor y Pólux, la de Minerva y otras más; la pequeña fuente de las tortugas, casi escondida en la Plazoleta Mattei, me cautivó. Ahora, cuando mi tutora de tesis me diga que tengo que saber citar mis fuentes, de diré: son las de Roma.”

Al mismo tiempo están las ciudades que le habitan, están dentro de sí y le ayudan a vivir y sentir su vida misma, son sus ciudades de papel; “Mi vida transcurre entre letras y palabras (…) Las palabras, las páginas, los libros me pueden exaltar hasta el frenesí o sumir en el dolor. No huyo de la realidad: mi realidad son los libros. Y son los libros quienes me llevan a habitar en ciudades distantes y distintas.O sus Ciudades literarias: Las letras, las palabras, los párrafos, las páginas me llevan a vivir muchas vidas. Me llevan, con los ojos, a conocer y habitar en diversas y distantes ciudades.

Su recorrido infinito de vivencias le muestran senderos de sus mundologías diarias, como son el de las aventuras de la vida virtual que es parte de nuestro diario vivir: Las acciones son: chatear, mensajear, guglear, clikear, whatsapear. Clímax: les personajes hacen el amor digitalmente. Desenlace: un irreversible daño del software les separa para siempre.

Quizá la ciudad de su predilección y la que le brinda mayor satisfacción emotiva sea la de su infancia son recuerdos que los guarda en el baúl de tesoros inolvidables y muy valiosos: El sabor del pan de spaura de mi lejana infancia juega en mi lengua. El aroma de las naranjas recién cortadas por mi abuela para el jugo diario llega a mí. Escucho los ladridos de Dolly, mi primera perrita. Veo el limonero real pleno de frutos amarillos, la higuera, la altísima palma de dátiles y a mis oídos llega el cacarear de las gallinas de la abuela. Revive mi niñez, todo mientras mis dedos recorren el teclado de mi lap. El escribir es para mí no solo inventar mundos nuevos, imaginar el futuro, es también revivir y recrear mi infancia.”

Son microcuentos o el género de la minificción que nos entrega la autora con total sinceridad y alegría de revivir los recuerdos que permanecen indemnes en su mente febril de vivencias que nos ayudan a recorrer los senderos de nuestra propia vida. Como éstas, son muchas más, todas, igualmente narradas con interés y riqueza de expresión. Decía Virginia Wolf: “Como mujer no tengo patria, como mujer no quiero patria. Como mujer mi patria es el mundo.”

Equipo de Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *