«Carmela» de Amalia Decker; por Angélica Guzmán Reque

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Se incorpora en la revista Gafe la escritora Angélica Guzmán Reque. En su primera columna, nos presenta, la novela «Carmela» de Amalia Decker.

En la página inicial de la obra Carmela de Amalia Decker, se lee: “Esta historia, mía y de ellas es una forma de mirarse permanentemente en un espejo y encontrar el reflejo colectivo de nuestra alma de mujer, que hasta hace pocos concilios, decían que no existía.”

Carmela es la novela de la mujer. Ella es el emblema de la mujer que ha renacido de entre las cenizas, igual que el ave Fénix, ha resurgido para empoderar a la mujer de nuestro tiempo. Por eso, en la obra leemos algunos de los senderos que puede y debe seguir. Están los valores que no se nos debe olvidar, como son el de los lazos de familia, el valor de la fe y la esperanza, que para Carmela está en la revolución del cambio de una sociedad mejor, el valor del amor y la convivencia y, la más significativa, tal vez, el valor de la mujer madre. Como aquella linda máxima que alguien escribiera. “Una buena chica conoce sus límites, una mujer inteligente sabe que no tiene ninguno.” Anónimo.

Carmela es la mujer que había sido criada y educada con los valores de familia en un ambiente revolucionario, su padre pertenecía a esas filas de izquierda y tenía en Carmela, un firme aliada, “Ella agradecía estas historias frotando su mejilla con la de su padre y cantándole la frase de siempre: «Viejito lin, lindo, lin, quiero ser como tú».”

Desde muy niña estaba comprometida con la revolución del cambio, a veces era la niña testaruda que se imaginaba que no había peligro, que se podía vivir enfrascada en la ilusión del amor, por eso respondía “Si estamos cumpliendo una promesa que hicieron precisamente los sobrevivientes de Ñancahuazú.” Era su edad adolescente, cuando se sueña con cambiar el mundo, piensa que es un deber, de contrarrestar los intereses que rigen en la sociedad, además le tocó vivir en una de las peores etapas históricas del país, acontecimientos histórico sociales que se vivió en Bolivia, durante casi la segunda mitad del siglo XX. Convulsiones de inestabilidad política, la presencia guerrillera del Che Guevara, los cambios permanentes de gobiernos, militares, sobre todo. Fue un periodo de autoritarismo y de descomposición política de breves dictaduras militares. reformas y dirección estatal de la izquierda y del movimiento obrero. Todo un escenario histórico que manifiesta la organización y actividad realizada por hombres. No cabía la intervención de la mujer en la lucha política, menos revolucionaria. En el libro se lee “Hasta entonces, Carmela no había permitido que nadie, y menos aún gente que teóricamente expresaba lo contrario, le pusieran límites por su condición de mujer. Por lo mismo, ésta fue una excelente ocasión para sentar un precedente más frente a posturas «antimujer» muy arraigadas, inclusive en aquellos partidos llamados «de avanzada». Les recordó que era la única candidata mujer y que ése era un argumento por demás suficiente para ser tomada en cuenta. Todos miraron atónitos a la candidata: ¡una mujer había desbaratado una decisión de consenso masculino!”

Su lucha revolucionaria no fue sencilla, antes bien tuvo demasiadas contrariedades, no era solo seguir un ideal de amor, como en principio creía, fue parte activa, lo que la condujo por caminos paralelos, pero contradictorios.

La revolución que creyó cambiaría el mundo de sus ideales, la condujo por el sendero antagónico, el de experimentar la derrota, porque “El paradigma del triunfo revolucionario muy pronto se convirtió en la derrota más estrepitosa y en la inmolación inútil de muchos jóvenes. Se habían enrolado primero en la guerrilla del Che Guevara y luego en la de Teoponte, seducidos por la experiencia cubana, cuyo camino de armas aparecía como única vía válida para alcanzar la sociedad ideal.”

Esa primera derrota la obligó al exilio, primero a Cuba, donde aprendió los principios de la revolución, una tarea de sacrificio y tesón, uno por ser mujer y no estar preparada físicamente para el ejercicio de fuerza y valor, pero nada la retuvo, antes bien la fortificó con valentía. Allí conoció a otro guerrillero, José, con quien convivio y tuvo una hija. Cuya presencia hará tambalear sus convicciones de valor y lucha.

Otra de sus derrotas la llevará a un nuevo exilio, esta vez a México. Nuevas y profundas huellas de amor con otro revolucionario, Julio, relación amorosa clandestina que le harán recorrer senderos de luz y de desolación. “Sentada en la escalera de la casa volvió a llorar y repasar su vida: dieciocho años junto a un hombre con el que había conocido las profundidades del placer, del amor y también del dolor. Hoy él había decidido marchar por otros rumbos. Sin ella.” (…) “Ya no era una relación feliz: la duda, el silencio y el dolor eran tus compañeros inseparables. Hoy no estás sola, estás contigo misma y estás obligada a descubrir cuán importante es esto para ti. El camino a una misma es inequívoco.” Le decía la amiga inseparable.

Carmela, en sus vivencias de mujer – madre y de hija, sentirá los grandes y profundos desasosiegos, propios del sentimiento femenino. “Sus padres la despidieron con lágrimas contenidas, conscientes de que no podían impedir este vuelo inicial. Había dejado de ser una niña: las tristezas apresuraron a la mujer y, (…) sabían que estaba preparada para enfrentar la vida sola y descubrir los olores, los sabores amargos y dulces de la existencia. Ya conocía el amor, el dolor y la ausencia; por eso, hoy salía provista de fuerza propia en busca de su destino. Agitaron las manos con una sonrisa que ya anticipaba nostalgia, pero también mucha esperanza.”

La mujer de nuestros días debe asumir roles en la sociedad que le toca actuar, son roles que cualquier ser humano podría realizarlo porque es capaz de pensar, discernir y decidir sobre circunstancias de importancia y trascendencia socio cultural. Sin olvidar que el único rol que no puede compartir con el varón es el de ser madre, ya que las mujeres fuimos especialmente creadas para asumir esta hermosa vivencia de concebir, por lo que el entendimiento entre una madre y el hijo es algo extraordinario y mucho más fuerte que el que puede darse entre un hijo y el padre, por esto se asegura que, la mujer es esencial, primordial y vital en la conformación de una sociedad equilibrada y feliz. Precisamente es este rol que hace que Carmela desista de todas las intenciones de lucha y se doblegue a su función de madre. Por eso repite con contundencia la frase: “No vuelve la guerrillera, mi amor; vuelve la madre.”, no por eso abandona si ideal de lucha por la libertad, que es lo que mayormente anhela, vivir en libertad, así lo expresaba Margaret Sanger: “Una raza libre no puede nacer de madres esclavas” y Carmela lo entendía perfectamente y repetía con vehemencia a la pregunta Y, ¿qué harás en Bolivia? Y la respuesta no se dejaba esperar: “Vivir, vivir y luego ya veré. Pero además caminaré por las calles, reconoceré mi mundo y me embriagaré de él y, por supuesto, enseñaré a mis hijas a querer ese país, porque allí vivirán por lo menos hasta que les crezcan las alas y vuelen a donde ellas quieran.”

Equipo de Redacción

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