#brevesycontundentes «Un día luminoso» de Montse Fillol

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Montse Fillol nos lee dos de los microrrelatos incluidos en su obra «Un día luminoso»

NIEVE

Se pone a nevar cuando sube al vagón. Respira agitadamente, se desploma en el asiento junto al cristal cubierto de escarcha. Intenta mirar el horizonte difuso de los Pirineos.  Apenas lleva equipaje. Una bolsa de tela, el dni, una foto junto a Victoria cuando todavía era adolescente, el móvil, un billete de ida, una manzana. 

Quiere llegar a Cauterets, al otro lado de la frontera, para adentrarse en el bosque. Le gustaría ver un oso. A esa hora Victoria, estará amantando a su nieta. La niebla se pega al cristal. Echa el aliento, que no empaña sus ganas para un viaje tan corto. Se ha puesto las botas de montaña. 

El doctor Boreal le ha advertido que puede ocurrir en cualquier momento. Un latigazo recorre la espalda al más mínimo frenazo. Cierra los ojos. Unos labios se unen a los suyos, fríos y suaves como un glaciar. 


LA MUJER Y EL SAPO

Érase una vez, una mujer que vivía en un castillo de hielo. Cuando llegaba el verano, el castillo se derretía, dejando un estanque de agua oscura. La mujer se sumergía en el agua helada, en la que no había peces, ni algas. Un día, apareció un sapo, que no paraba de croar en una roca de la orilla. Todas las tardes bajaba a escucharle. Su canto le hacía olvidar la tristeza del hielo. 

La mujer se sumergía y nadaban juntos. El sapo la rozaba con sus ancas. Una noche copularon bajo una luna de incienso. A los pocos meses, la mujer parió una decena de criaturas que tenían la sangre fría y el corazón caliente. Renacuajos, que enseguida salieron de la charca a croar como descosidos. A veces, en el barrio sale alguno de madrugada a croar. Creo que es uno de esos hijos. Desde la ventana, le veo, verde y crepuscular, ir saltando, tan tranquilo, como si tal cosa a coger la guagua. 

Equipo de Redacción

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