Breve apunte sobre el bovarismo por Alma Karla Sandoval

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En estas líneas, Alma Karla Sandoval redescubre cierta erótica de la imaginación y el bovarismo como un derecho.

El bovarismo como derecho a conectarte con la fantasía, una extensión del deseo, sin él no hay destino posible. Escuché hablar de ese término antes de leer a Daniel Penac en Como una novela. El capitulo en el cual se refiere precisamente al bovarismo se convirtió en tatuaje en la piel de mis itinerarios. Luego memoricé la descripción de Ema Bovary que Flaubert hace en su ya tan mentada novela: “Más sentimental que artista por su temperamento, eran emociones y no paisajes los que buscaba”, pero ¿qué ocurre si una emoción es un paisaje?, ¿si un paisaje se traduce en emoción?

Las personas son lugares. Ya en la preciosa película Lost in traslation lo entendimos. Por otro lado, no sé si un o una artista que no sea sentimental sea capaz de desarrollar un verdadero talento, carecer de ese ingrediente sería algo parecido a la inteligencia artificial. El novelista francés quizá se refería a otra cosa: al frenesí del lector que enfermó a Alonso Quijano, a las ganas de salir a tener amantes como la esposa abúlica de una doctor de provincia y es que lo libros, cuando son muchos y buenos, nos convierten en tránsfugas. El mundo no basta, según Pessoa. Un buen día comprendes que esto era todo en la vida, muy poco, poquísimo para tantas bibliotecas naciendo, renaciendo, reproduciéndose por siempre.

Entiendo el bovarismo como uno de los últimos heroísmos posibles que nos restan, no un atavismo de la modernidad con sus paseantes distraídos o taciturnos, como aseguró Benjamin, sino como un modo de forjar una verdadera política ineluctable del deseo o una erótica de la imaginación.

Y de pronto la vida en un cuadro de Wharhol.

No es Nueva York, sino York en UK, solo la última palabra fría, con mucho viento, con llovizna que enferma.

Hay una exposición en la galería de esa ciudad con el naranja potente, los rojos eléctricos en la boca de Marilyn Monroe que me interpelan. Soy una persona común, puedo ser superficial, pero hay algo en la boca bovárica de Marilyn que atrae como un clavo a un imán, es su historia, en su imagen. Así que tomo la mía: una selfie mal hecha.

La rubia de Hollywood con su vestido blanco fue el colmo de la erección de la mitad del siglo veinte. ¿Aún queremos ser deseadas de esa forma?, todavía no excita que nos tomen como objetos, como fetiches, carne que por ser solo eso: carne, enloquece al otro? No tengo problemas si la respuesta es sí. Sin embargo, las décadas son arrugas en la conciencia de nuestra susceptibilidad. Lo explico: si el tiempo cambia o tuerce los significados, ¿podremos aprender a ser deseadas por otras razones?, ¿lo hemos sido?, ¿o todo se traduce a que te acaricien, chupen, aprieten, como ha sido en un principio, por los siglos de los siglos..?

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Si el bovarismo te arrastra al viaje, deberás admitir que siempre se pierde algo en la aventura, el camino del héroe así lo exige. No importa que sean unos lentes, guantes, un paraguas, un simple cable para conectar el celular o la cartera misma. Los dioses de toda narrativa odiseádica exigen algo a cambio. Si lo entregas, te devolverán un espejo o una intuición como brújula convertida en nostalgia o lección aprendida. Regresarás sin que te reconozcan como si fueras Ulises, pero también Penélope porque eras tú quien esperaba por sí misma.

Equipo de Redacción

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