
4 poemas de Domingo Acosta Felipe
Cuatro poemas de Domingo Acosta Felipe
Este camino
no lo recuerdo.
Crecieron los guaydiles
y el olvido
que guardan los bolsillos
de la piedra.
Un raspador del cielo
a punto de quebrarse
espera en las quijadas
de la muerte.
Esa obsesión irreparable,
llevar la luz o el mar,
seguir de cara al viento,
curarte una costilla
o la tormenta.
El gorgojo se manifiesta en el sueldo del fantasma,
garrapatas de voz en los insultos,
este dolor dental o proboscidio,
desenfundar el rayo, las noticias.
¡Pamplinas!
Estroncio, bruto y alienígena.
Sandía pocha en el sillón de aquel ministro.
Te siembran alambradas
y ratas en la sangre,
este alfiler
de un siglo.
Qué poco queda.
La única verdad es el café
y el mirlo.
No queda geografía de aquel tiempo.
Sólo
esta extraña sed
de tierra,
tu plena insolación
de pájaros.
Nada se mueve
mientras se seca como un árbol.
Sin una duda
cada colilla es humo y la tormenta,
otro peñasco estéril
sin el croquis
de tu barco.
El rito sigue,
el mar ya no recuerda,
peligra tu raíz
y el náufrago.
Escribo.
Es la memoria
o aquella dirección del tiempo.
Nada me lleva a Roma
sin tus ojos.
Es boca que se hiela
en la banquisa.
Desnudo resplandor
de un pájaro.
Escribo. Es la memoria.
Ya todo habitación
del hambre.
Cuatro poemas de La voz del barro, Aguere-Idea, 2019
© Domingo Acosta Felipe